Templario, Lanzarote, Abadía, Aguardiente.
Con
doce años me encontré un libro que hablaba de los templarios, me
fascinó sus historias, imaginaba como podría transportar en el tiempo a
uno de ellos.
Mi imaginación fue más allá y me
encontré en medio de la abadía borracho en el tiempo pasado de
aguardiente al mismo tiempo que el presente, dos tiempos en un solo
tiempo de reloj de arena.
Es verdad que es
imposible pero ahí estaba en la mitad de la muerte y la vida, contra más
me metía en la lectura más aventuras pasaban, y con la máquina del
tiempo traje al templario entre lo moderno y lo antiguo, es como si
hubiera salido de una película en blanco y negro....y me quede dormido.
Me
desperté con lo pies mojados, botella de aguardiente en mi mano, el sol
mi piel rozando, una abadía en la arena, una espada de madera y una
cruz roja en mi cabecera, jugando a ser templario en plena Santa guerra.
Cuando en Lanzarote el sol salía la luna se escondía y aparecía la bruma
Oxidando
la armadura del templario, y mirando el Atlántico desde el acantilado
de los Hervideros grito a el eco que le trajeran Malvasia y unas papas
arrugas con mojo rojo y deleitarse, para luego rezar en la abadía por la
opresión y aniquilación de los Guanches y brindó ante una cruz de ferró
con ron miel de esta tierra que se levanta como roca de volcán en
constante valentía.
Y nunca sabré que tienen en común un Guanche valiente a un templario temerario.
Manu
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