Vagabundo
Se llamaba Enrique vivía en un subterráneo de la gran vía madrileña, tenía unos murciélagos encerrados que salían de noche, un gato amarillo en una caja de cartón que en la mañana desaparecía, una rueda de colores y de madera que hacía dar vueltas con su índice maltrecho. Vestía con elegantes harapos, su viejo perro Lolo siempre a su lado, tomaba el té como buen inglés siempre a las seis, dos soldados de plomos en el hueco de la pared de adorno, todo muy colocado y unos años alocados le llevaron a ese mundo de felicidad solitaria, no necesitaba nada más para vivir, con su manta roída sus cartones en el suelo pasaba de la primavera al invierno, con cuatro dedos se lavaba su cara, su pajarita negra siempre en su cuello, dos lagrimas fijas en su mejilla como payaso, una tarde de marzo se lo llevaron, su perro llorando, los murciélagos volando, los dos soldados de plomo esperando, el gato maullando,su té calentado, y la noche llegando.
Enrique no volvió más, se fue volando, volando con su sonrisa de payaso y llorando.
Manu
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